CAPITULO NUEVE: El Estilo Negociador.

Reagan aprendió desde pronto a negociar como parte de un equipo, así lo entendió sus compañeros, dándole la dirección el sindicato de actores desde 1947 y durante 12 años. Durante ese periodo Reagan pilotó la primera reestructuración de los grandes estudios de Hollywood, hecho no menor.

Reagan se enfrento a los Jefes de los estudios y durante la contienda desarrollo una serie de habilidades que utilizaría el resto de su vida. De esta experiencia, Reagan se sentía especialmente orgulloso, ya que se había enfrentado a productores que se jugaban su propio dinero y había ganado. Tras esto el propio Reagan diría en 1988:

“Después de los estudios, Gobarchev fue un trabajo fácil.”

En su autobiografía An American Life Reagan describió su perfil negociador y los trucos que había aprendido, estas son algunas de sus reflexiones:

“La mejor forma de solucionar un problema es cerrar la puerta y charlar en privado, no des ultimátums pero ofréceles otra estancia para que piensen y prepárate para no conseguir absolutamente todo lo que pretendías.”

Reagan siempre conseguía el trato y desarrolló un ingenioso sistema que aplicó a la organización de la Casa Blanca. Su sistema era simple, se confeccionaban tres listas, la primera contenía las cosas que eran absolutamente necesarias conseguir, en la segunda listas se incluían cosas que interesaba conseguir y en la tercera unos pocos ítems que poder intercambiar como fichas. La Negociación debía realizarse siempre empezando por la primara lista, una vez superada, se procedía a la segunda, para finalizar con la tercera. Durante el periodo en la Casa Blanca, Reagan dejaba sistemáticamente la tercera lista par sus asesores y subordinados, incluso ante la URSS.

Reagan, tal vez por su formación de actor, era un grandísimo especialista en leer el lenguaje corporal, hasta el punto que según sus asesores, había veces en que no sabias si te escuchaba o solo te analizaba.

Su estilo de gestión era innovador dentro del gobierno federal, pero habitual en el mercado. Como el decía:

“Creo, que simplemente estoy aplicando de forma exacta, lo que se considera una buena gestión en el mundo de la industria y la empresa” “Lo que debes hacer es rodearte con la mejor gente que puedas encontrar, delegar autoridad y no interferir hasta que la política que habías decidido sacar adelante, sea una realidad.”

La consecuencia negativa de este estilo de gestión, era que Reagan era realmente dependiente de su personal asesor, no tanto de personas en concreto como de roles.

Es razonable achacar a este peculiar estilo de gestión el principal fracaso de la administración Reagan, que no fue otro que el escándalo Irán-Contra. Y que básicamente consistió en la venta de armas a Irán, por parte del gobierno de los EE.UU. a cambio de la liberación de varios rehenes americanos secuestrados, para posteriormente con ese dinero financiar las actividades de una guerrilla contraria al gobierno comunista Nicaragüense.

No se encontraron pruebas que involucraran a Reagan en ninguno de estos casos pero tuvo que asumir política de los actos de sus subordinados. ¿Fue la libertad de acción que Reagan brindaba a sus colaboradores la causa que posibilito este escándalo? Probablemente. ¿Fue este mismo estilo el que le exonero de culpa? Si, al menos para el pueblo norteamericano.

“Lo primero, déjenme decirles que tomo la responsabilidad plena de las acciones de esta administración, como de las mías propias. Tan enfadado como puedo estar sobre las actividades emprendidas sin mi conocimiento, soy aun responsable de las mismas. Tan decepcionado como pueda estar con alguno de los que me sirvieron, yo soy el que tiene que responder ante el pueblo americano sobre estos actos”

La Casa Blanca no es un sitio tranquilo donde vivir, esto fue especialmente cierto durante la administración Reagan, pero sus empleados siempre le agradecieron su pose serena, nunca se le acuso de decir algo más alto de lo debido. Esta naturaleza benévola también se volvió en su contra, durante su Periodo se rompió una de las tradiciones mas sagradas de la política (da igual el país). La practica política dice, que los logros hay que atribuirlos al Presidente, los fracasos a sus subordinados. Pues bien, durante sus dos mandatos, más de un asesor adquirió una fama personal superior a la su valía, hecho este, que irritaba profundamente a Nancy Reagan frente a la inacción de Ronald. Reagan no mediaba entre las discusiones de sus empleados, cuando alguno de sus jefes de equipo tenía que quejarse de algo, sabia que no podía acudir a Reagan, este no haría nada por solucionar la disputa. Cuando el llegaba a la oficina, todo tenia que estar en calma, una calma tensa y artificial, es cierto, pero indiscutiblemente necesaria para Reagan.

Para Reagan no era importante la fama, famoso ya lo había sido y no sentía la necesidad de triunfar en un mundo al que no pertenecía. Reagan nunca se refirió a si mismo como político, el era un reformador, el merito de sus políticas no le importaba, por que como el mismo dijo en la primera reunión con el equipo en 1981:

“Hemos venido aquí a hacer lo correcto, no a hacer política”

Así como proclamaba la placa que presidía su escritorio Resolute en el Despacho Oval:

“No hay limite que el hombre no pueda superar o sitio al que no pueda ir, si no le importa quien se lleve el merito.”

Ganarse el respecto del equipo de secretarias y ayudantes que pululaban por la Casa Blanca, fue sencillo para nuestro Actor-Presidente, una broma a tiempo y un comentario más educado del esperado eran suficientes. Su secreto era, mostrar que realmente el era el honrado en charlar contigo, lo que difícilmente podía ser verdad.

Reagan era una persona con la que era fácil trabajar, tranquilo, simpatico y optimista. Tan optimista, que a los ojos de sus críticos Reagan era un ingenuo y un inconsciente, especialmente en el capitulo de Relaciones Internacionales, donde Reagan mostraba todo su desprecio y desconocimiento hacia los tecnicismos diplomáticos. Hasta tal punto Ronald veía el mundo claro, que se enfrento a sus asesores y a todo el equipo de la secretaria de estado, dando un vuelco de 180 grados a la política de apaciguamiento Norteamericana respecto de la URSS.

Su optimismo era inacabable, como su historieta favorita demostraba. De la larga lisa de cuentos ejemplarizantes que Reagan popularizó, este fue el que mas repitió.

El cuento trata de dos hermanos completamente opuestos, el primero era terriblemente pesimista y el otro demasiado optimista, sus padres que los querían trataron de hacer mas valiente al primero de sus hijos y mas consciente de las dificultades al segundo, para ello los encerraron en dos habitaciones la primera llegan de juguetes y la segunda llena de excremento de caballo. Cuando los padres regresaron y abrieron las puertas el niño pesimista estaba llorando, no quería jugar con los juguetes por miedo a destrozarlos. Cuando los padres abrieron la segunda puerta encontraron al optimista feliz dando vueltas a la habitación. El niño les dijo “mira Papa cuanta estiércol hay por aquí, seque el pony que me habéis regalado no andará muy lejos”.

Reagan siempre fue el niño esperando al pony.

Según sus asesores, como Martin Anderson, también era crédulo, Reagan no presumía que alguien le podía mentir o no decir la verdad, simplemente si sonaba razonable el asumía lo que le decían como si una verdad se tratara.

En definitiva, Reagan gestionó su equipo de forma poco heterodoxa, según el estilo de las grandes empresas. Delegaba y exigía resultados. No se inmiscuía en detalles, el era un maestro en las esencias. En Reagan no nacían las políticas ya construidas, nacían las necesidades de desarrollarlas. Reagan entendió mejor que nadie, el modelo de “Presidencia Imperial” Americana y ejerció tal cargo siempre envestido de la máxima dignidad. Su estilo de gestión y liderazgo fueron altamente productivos y sus resultados están a la vista de todos, pero también es cierto que fue el exceso de poder delegado (tan característico del modelo de Gestión de Reagan) un elemento esencial para el surgimiento de la crisis Irán-Contra. Tal vez, como dijeron sus adversarios Demócratas, Reagan fuera mejor liderando la Nación que comandando su Gobierno.

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